Thursday, November 28, 2013

Secuencia cuasi erótica


Esto pasó hace algún tiempo, desde entonces hasta la rana ha tenido que afeitarse varias veces. Éramos tres: Lucho, el blanquito, taciturno y amargado - yo; Toño, el mulatico, extravertido y aventurero; Rosa, la negrita, bezuda y sensual. Queríamos aprovechar las vacaciones en la Universidad para pasar un tiempo en casa, pero sólo nos alcanzaba el dinero para un barco de carga. La travesía en cada dirección duraba medio mes. Pero, ¿a quién puede interesarle el tiempo a los dieciocho? Llegamos al puerto de Leningrado dos días antes de la fecha de embarque y nos alojamos en un hotelito barato, aunque decente.

Episodio 1. El cambalache inconcluso

Estábamos en tiempo de noches blancas y bolsillos vacíos. Dejamos a la Rosa durmiendo y nos fuimos a dar una vuelta por los alrededores del hotel. Un tipo de buen aspecto se nos acercó en el parque para preguntar en inglés si éramos marinos. Toño, sin pensarlo mucho, le contestó afirmativamente. El hombre quiso saber nuestra procedencia y Toño mintió de nuevo sin pestañear: - Du Brasil. - ¡Oh!, fútbol, Pelé,... ¡que suerte que los encontré! ¿Quieren un negocio? Ustedes me dan algunos calcetines de nylon y yo les consigo un par de muchachitas que están para chuparse los dedos. Yo, sabiendo que no había en nuestro equipaje medias sin huecos, me quedé callado. Toño aceptó el trueque. Quedamos en encontrarnos al día siguiente frente al cine para efectuar el canje...

Cerca de la hora acordada nos subimos a un tranvía y pasamos por el lugar, sólo curioseando. No van a creerlo: frente al cine estaba el comerciante con dos rubias preciosas. Ya sé que los hombres no lloran, pero ganas teníamos de hacerlo...

Episodio 2. Jugando al sordomudo

De regreso al hotel, Toño se tiró en la cama a soñar con lo que pudo haber sido y no fue. Yo, estaba cómodo leyendo una revista, cuando entró la Rosa a pedirme que fuera a jugar naipes con ella y dos muchachas rusas que compartían su habitación. - ¿Cómo se llama el juego? - El Imbécil. - No, no voy. Sólo conozco un poco de Brisca. - Vamos, Lucho. No seas tan chucho. Yo te enseño a jugar. - Bueno, pero con una condición: les dices a las chicas que acabo de llegar al país y no conozco nada de su idioma. - Trato hecho...

Después de una breve ceremonia, comenzó el juego. Todos muy callados, concentrados. Al tiempo, las europeas empezaron a soltar risillas. Sin dejar de jugar, una le preguntó bajito a la Rosa si no podría haber encontrado a alguien más divertido. La otra se quejó de mi nariz jorobada. - ¿Será lo único que tendrá encorvado? - Bueno, para hacer algo con este tipo habría que encasquetarle un cartucho en la cabeza.

Así estuvieron largo rato fantaseando con mi humilde persona, buscando posiciones y métodos aceptables. La Rosa les daba cuerda. Yo me mantenía impasible, aunque no era fácil. Al finalizar una de las partidas, se dieron cuenta de que faltaba un naipe. - ¿Se habrá caído debajo de la cama?, preguntó una de ellas en su idioma. Yo, muy solícito, me agaché inmediatamente a buscarlo. No había acabado el movimiento cuando comprendí mi grave error... Me sacaron del cuarto a golpes, mientras insultaban a la Rosa.

Episodio 3. Fuego africano

El día siguiente por la tarde ya estábamos en medio del Mar Báltico. A Toño y a mí nos asignaron un camarote con dos literas. La Rosa compartía su camarote con la camarera del buque.

Los días parecían interminables. Ya habíamos dejado atrás el Golfo de Vizcaya con sus terribles tormentas. La noche estaba lluviosa y Toño me pidió que le prestara mi parte del camarote para hacerle una entrevista a la marinera: - ¿Podría Ud. decir al micrófono unas breves palabras para la BBC?

A mí no me quedó otro remedio que meterme en el camarote de la Rosa. Ya ella estaba acostada, pero seguía con la luz encendida para leer. Le dije lo que estaban haciendo aquellos desgraciados en mi cuarto, pero pareció no darle importancia al hecho. Sintió deseos de bostezar y se estiró con ganas. La camiseta de dormir se le subió dejando ver su ombligo de chocolate. - ¿Puedo tocar?, pregunté con recelo. - Una vez nada más, me advirtió...

Yo había oído decir que las mujeres de su raza son calientes, pero creía que hablaban del temperamento sexual. Nunca pensé que se trataba de calor físico: estaba hirviendo la Rosa. Le deseé a mi amiga sueños angelicales y salí del camarote.

Durante mucho tiempo me estuvieron persiguiendo visiones de perros calientes achicharrados...


 

Thursday, March 14, 2013

A Espaldas


Calor húmedo

Estaba desbebiendo en el retrete oscuro, cuando entró alguien y quedó inmóvil a dos metros de mi espalda. Pensaba que quería acostumbrar sus ojos a las tinieblas, pero me equivoqué. Enseguida empecé a sentir aquel líquido asqueroso quemando mi retaguardia...

 
Empleado Accidental

Entré al retrete ignorando mi desacierto. Estaba sentado dentro del cubículo cuando escuché unos taconeos que me hicieron sudar frío. Salí de mi prisión al primer silencio, pero en ese momento entró una más. Para disimular, empuñé una escoba y empecé a barrer silbando...

 

A Espaldas

Había llamado inútilmente a la azafata desde su asiento en la cola. Logró cubrir la boca, pero el obstáculo sólo aumentó el alcance del chorro en trayectoria difusa hacia el porvenir.

Tuesday, October 23, 2012

Soledad

Inmortal

La semana pasada había sido difícil para ella. Además de los fallecimientos de siempre, el mundo sufrió múltiples catástrofes. Cuando acabó su tarea de limpieza, estaba completamente extenuada, su cuerpo era ya demasiado viejo para tanto ajetreo. Se tiró en un butacón y su corazón dejó de latir.

Así tiesa, tuvo que venir a llevarse a sí misma.




Felicidad

Dejaba que la suerte lo llevara sin preocuparse siquiera de lo que quería lograr. Cada vez que tropezaba, volvía atrás para dejarse llevar de nuevo en otra dirección. Murió de viejo en el camino sin haber llegado nunca a ningún lado.



Soledad

Le costaba trabajo salir del coche: abría la puerta, agarraba con la mano temblorosa el techo, giraba en el asiento para sacar sus piernas. Entonces, con ayuda del bastón, se levantaba a cámara lenta.

Un domingo, regresando de la iglesia, estacionó el coche y abrió la puerta. Ya había alzado la mano, cuando una ráfaga traicionera cerró la puerta de un tirón. El metal le cercenó una falange del dedo índice. Se desmayó del susto o del dolor, perdiendo la poca sangre que llevaba dentro. La uña pálida quedó tirada en la calle.
 

Tuesday, October 2, 2012

Yo te soñé anoche

Abstención

Llevaban un buen rato hablando tranquilamente de trivialidades, pero la procesión iba por dentro. Ella, glotona, quería comérselo entero. Él, por la dieta, limitaba su fantasía a una suave mordedura de teta.


Avestruz

El viejo manzano era incapaz de sentir, y lo sabía, pero quería probar de nuevo. Ella necesitaba enamorarse, y lo encontró en el jardín. Vivieron por un tiempo aquel romance, hasta que él, sintiendo el peso del amor que recibía como deuda impagable, escondió en la tierra su copa marchita.


Yo te soñé anoche

Anoche nos soñé tirados en la cama. Mi oreja estaba pegada a tu pequeño ombligo, oyendo música tuya. Mi mano descansaba tranquila sobre tu humedad, cuidándola. Tú dormías inquieta, sonriendo...


Maldita timidez

Iban paseando en silencio hasta que alguna basurilla cayó oportunamente en uno de los ojos de ella. Él se acercó para ayudar, pero todo era nublado. Sacó el pañuelo y trató de nuevo en vano: sus manos temblaban.

 - "¿Eres adicto?, preguntó ella, y él prefirió mentir: - "Sí".
 

 


 

Saturday, August 25, 2012

Locura


Mensaje del chiflado

- ...Deje su mensaje y llamaré luego...
 - ¿Vas a llamar pronto?... ¡Claro que sí!... ¿Desde el más allá?... ¿No?... Siempre fuiste una tonta... Llamaba para advertirte que, si preguntase alguien, dijeras que no fui yo... Oíste... Chao.

El Reloj

Aquel viejo pasaba todos los días por nuestra acera relatando algo en voz muy baja. Una vez pude oír su monólogo: contaba el tiempo...


Suicida Acostumbrado

Manda huevos, miren a ese tipo gritando "en nombre de la ley". ¿Se imaginará que es el procurador general? Pa'su madre, de ésta sí me curo yo la depresión, ni un suicidio más. Matar, no me mato, lo único que consigo es que me internen aquí, junto con estos arrebataos. Ayer dejaron entrar a mi mujer al hospital y estuve dos horas dando vueltas con ella en el psicódromo ese de mierda. ¿Cómo voy a sanar con la bruja esa jodiendo? Está bueno ya de tinta rápida o pastillas, la próxima vez me tiro de la azotea y desparramo los sesos por to'a la calle. ¡Coño!, si no fuera por el miedo que tengo a la altura, de verdad lo haría...

Saturday, August 18, 2012

Casi niño

El Deslenguado

Los padres solían reírle la gracia de pequeñito, cuando corría con la lengua afuera y los ojos llenos de odio, para atacar a cualquier supuesto ofensor con puñetazos desordenados. Hasta una vez que tropezó en la carrera y golpeó con el piso su quijada.

 
Treta Fallida

Aquel pequeño avión de feria parecía insulso con su corta trayectoria circular, pero esa era exactamente la atracción que interesaba a la nena. El padre bueno la sentó al frente y después entró con trabajo en el hueco posterior. Al poco tiempo de estar girando, el hombre se dio cuenta de que, si no detenía el aparato inmediatamente, iba a inundar de vómitos el parque y  gritó desesperado al operador que parara porque la niña se sentía mal. La pequeña, que no entendía de vergüenzas adultas, gritaba molesta: “Yo estoy bien. No pare, siga, siga…”
 

La Punta De La Lengua

La maestra había preguntado por el nombre de alguna montaña y ahora esperaba impaciente la respuesta del niño, parado a un lado de su pupitre. Las ideas le golpeaban al pobre dentro de la cabeza sin salir por la boca. Primero pensó en la Loma del Burro, pero eso era el barrio de indigentes adonde le daba tanto miedo entrar. Después vino a su mente la Loma del Príncipe, pero no era eso tampoco, así se llamaba la cárcel donde estaba preso su tío. ¿Montaña? Lo tenía en la punta de la lengua, y esta bruja apurándolo. Había que responder o se burlarían de él los amigos. ¡Una pregunta tan fácil!...

De pronto recordó aquella feria en la playa, se le iluminó el rostro y en un grito victorioso soltó la respuesta: ¡la Montaña...Rusa!


Fidelidad

Sensato y Campante eran inseparables. Un día, Sensato decidió que deberían inscribirse en la sección de boxeo de la escuela. A Campante no le gustaba la idea, pero la aceptó por solidaridad.

Las condiciones de la matrícula incluían una pelea entre principiantes. Sensato no quiso boxear con su amigo, por eso pidió al entrenador que probara primero a Campante y después, a él.

Subió el pobre Campante al cuadrilátero con un chico membrudo, para que éste le diese de palos. No llegó a matarlo porque el entrenador paró la pelea. Al ver todo eso, Sensato cambió de opinión: ya no quiere ser boxeador.
 

Casi Niño

Era su primera vez en una mancebía. Tenía que escoger, pero estaba como pasmado. Al fin, una de las tías lo llevó al cuarto y se desvistieron. La mujer revisó el pito, lo manoseó por el apuro y lo introdujo en el hoyo tradicional. El, por más que trataba, no podía sentir paredes y de tanto meneo sin costumbre, empezó a sofocarse. Ella reprochó el jadeo en su oreja y el muchacho, sin esperar más, sacó su pequeña hombría de aquel barril sin fondo, pagó y se fue.